miércoles, 21 de mayo de 2008

Aún más calentitas...


El cine de los sueños

Para Julio Cortázar, por sus palabras en aquella grabación de una mesa redonda en Francia, sobre cine y literatura.

Para poder dedicarse de forma íntegra al cine, quiso "trabajar desde la casa". Dejó la oficina y se unió a la empresa de un amigo, que hacía ventas en la Internet.
En pantuflas, hacía su trabajo con rapidez, y se sentaba a ver filmes. Veía, alrededor de siete películas por día.
Una mañana despertó, y al recordar su sueño, sintió una infinita alegría: ¡ya era un director de cine! ¡Su sueño, había sido una perfecta puesta en pantalla, una obra maestra!


Al final, de cierta manera, los deseos siempre se cumplen

Era fanática de la literatura de Ciencia Ficción, y estaba embarazada. Los siete días de la semana, al anochecer, ponía una mano sobre su abultado vientre y pedía: -Quiero que este hijo sea un escritor de ciencia ficción, pero no cualquier escritor: un escritor precursor, como Cirano de Bergerac.
Sesenta años después, su hijo se mira en el espejo, y suspira: no poseía talento para escribir ni una línea, y tenía una nariz descomunal.


jueves, 15 de mayo de 2008

Las últimas, las calentitas...

Interculturalidad
Pertenecían a distantes países, a distantes culturas, pero se la pasaban coqueteando.
A él se le fue la mano en una caricia atrevida; y ella, como buena criolla de sólidos principios morales, le dijo: ¡córtala!
Entonces, él, como buen samurai, sacó su espada y se cortó la man
o.

Adivino
Para Sebastián, su idea resoñada.
Llegué a la consulta sosteniendo como una reliquia la radiografía de mi pie derecho. Miré a los presentes, todos portaban las suyas. Cómo no iba a ser así, me dije.
Cuando la secretaria mencionó mi nombre, entré ante su presencia. Él me saludó con amabilidad y me pidió que escribiera mis nombres y apellidos en el papelito que tenía ante mí, y que se lo alcanzara.
Leyó el papelito durante unos segundos, me miró y me pidió la radiografía. La colocó ante la luz que proveniente de la lámpara, y me dijo:
- Mañana se levantará con buen pié. Veo un viaje en su camino…

Ofrenda


Extraña muerte en alta mar

Para Edward, por aquella tarde en Kaddosh.

Los dos amigos compartían sus historias del día, en una mesa de su cafetería preferida. Reían con estruendo.

Había un oleaje intenso en la superficie.
La corriente marina también tenía gran velocidad. El submarino crujía por la presión del agua.

Lucía, la mesera, una mulata que parecía esculpida en bronce, se acercó trayendo sus jugos de tamarindo. Los grandes vasos plásticos con tapas y bombillas, se estremecían al compás del cimbrar de sus caderas.

El capitán, decidido a saber qué pasaba en la superficie, ordenó al maquinista subir “a profundidad de periscopio”. La tripulación toda, estaba pendiente de lo que su comandante vería sobre la superficie del océano.

Los dos amigos la miraron acercarse, disfrutando del esplendor de su movimiento.

La nave subió con lentitud entre la masa de agua marrón y se detuvo a la distancia ordenada por el capitán.
Entre las olas cadenciosas ascendió el periscopio.

Lucía, colocó los vasos ante ellos. Les dedicó una sonrisa mil veces calculada ante el espejo, dio media vuelta con su imponente cuerpo, y volvió a la cocina, seguida por las miradas delirantes de los dos amigos.

El capitán acercó sus ojos al artefacto, pestañeó para adaptarse a la intensa luz del exterior… Algo, de un color rojizo, se aproximaba con rapidez,…

Uno de los amigos acercó su boca abierta y sedienta a la bombilla y succionó con avidez, el ácido jugo.

…parecía la boca de un gran animal. Cubrió el periscopio y comenzó a aspirar. El capitán, su tripulación y el submarino todo, fue chupado y tragado. La muerte de los hombres fue casi instantánea.
Nunca más se supo del submarino, ni de su tripulación.

Los amigos continuaron su charla. Sólo callaban unos instantes, cuando Lucía aparecía en el salón.

Desde ese día, ningún submarino de la flota, se ha aventurado en las marronas aguas del Estrecho del Cilindro.

Otra Ofrenda


Ella y yo
Para mis estudiantes de Lenguaje y Comunicación I, por aquel chiste compartido.

Desde su niñez, dedicaba todo su tiempo libre a desarmar y volver a armar todo tipo de objetos y artefactos…
Ganó todos los Campeonatos de Ludo, Deletreo, Rompecabezas y Crucigramas, en los que participó.
Fue la mejor de su curso en la vivisección de ranas.
Armaba y desarmaba relojes digitales y mecánicos, planchas, equipos de música, televisores, computadoras, automóviles, barcos, aviones, y hasta…
A veces le sobraba alguna pieza, pero todo continuaba funcionando a la perfección.

Una noche desenfrenada, Ella desarmó pieza por pieza mi cuerpo y mi alma.
Al otro día fui a trabajar y todo transcurrió con normalidad. Llegué a mi casa, y un rato después, sentí una extraña sensación en el pecho.
Miré en mi interior y descubrí…
En eso mismo instante, Ella abrió el cajón de su mesita de noche y observó complacida, el enorme y palpitante corazón.

Una minificción sobre cierto teatro


Teatro de la Verborragia

Finalizó la obra.
Los actores y las actrices, en la oscuridad, esperaron inútilmente el aplauso del público. Desde la sala, sólo les llegó el silencio.
El actor más decidido asomó su cabeza entre los telones, pero la oscuridad no le permitió ver. Avanzó más allá sin hacer ruido, primero hasta el centro del escenario, luego hasta proscenio, y se quedó helado...
Toda la compañía rodeó al actor, mirando hacia el público. Una voz rajada dijo sin convicción: ¡enciendan las luces de la sala!
Se hizo la luz… Ante la revelación, los actores se tomaron de las manos:
¡Todo el público se había ahogado en sus palabras!

PORTENTOS


Portento 1

Para Ericka.

Desde que llegó, para no ser “despedidos por los aires”, todos vivían atentísimos a los instantes en que abría y cerraba los ojos; aquella mujer de pestañas inmensas.

Portento 2

Para Guely.

Sólo cuando ella lo miró con aquellos inmensos ojos de aromático y claro café bajo el sol del trópico, él pudo comprender la redondez de la tierra, del sol y de los planetas, y sobre todo: el significado de la esfera celeste, del extraño instrumento astronómico llamado esfera armilar y de la esfericidad del cuento de la que habla Cortázar.